En la globalización el sectarismo se paga. El sectarismo político es incompatible con la competitividad y una gestión eficiente de los servicios. El sectarismo es mediocridad y a quien lo practica se le ha parado el reloj.
El malestar ciudadano abre los telediarios y es la consecuencia visible de unos servicios y organizaciones que no funcionan. Los ciudadanos queremos servicios eficaces y competitivos, y eso es imposible si nosotros mismos como
profesionales, las empresas, y las administraciones, no somos eficaces y competitivos en nuestro trabajo. Si queremos que todo funcione como un reloj, tenemos que cumplir como un reloj.
¿Por qué se están quejando indignados los ciudadanos que han sufrido el gran apagón de Barcelona, los retrasos y pésimos servicios en las estaciones y aeropuertos, la respuesta ineficaz y tardía al chapapote de Ibiza y a los incendios de Canarias? ¿Por qué cada verano los españoles tienen que vivir el mismo síndrome de que aquí reina la chapuza y la incomptencia?
España se desvió en el 2004 del proceso de modernización
La razón fundamental es que
España se ha desviado del proceso de modernización y competitividad que estaba siguiendo hasta 2004. Algunos se refugian en las cifras macroeconómicas y de crecimiento para vender el mensaje propagandístico de que
España va mejor, pero la modernización de un país o de una región -como de una persona- no está en el bolsillo sino en el cerebro. Es una cuestión cultural, ideológica -de ideas- y de valores.
Si una administración es gobernada por políticos que se declaran anti-sistema, lo lógico es que el sistema no funcione. Las mismas personas que ahora gobiernan el ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad en el 2002 se manifestaban contra el sistema y con los antiglobalización. ¿Por qué se espera que gestionen bien un sistema en el que no creen? Por otra parte, si la única política de un Gobierno es destruir a la oposición, lo que prima no es la competencia sino el sectarismo y el prejuicio partidista.
Inadaptados a la globalización
Los partidos de izquierda españoles y los nacionalistas no se han adaptado a la globalización, y no quieren que la sociedad se adapte porque si no deja de votarles. Saben que hay mucha gente que recela de la globalización, que no la entiende, y que quiere refugiarse en la tribu. Recientemente el Financial Times y la empresa de encuestas Harris publicaron una encuesta en la que se apreciaba la confusión española. Por una parte los encuestados españoles eran más partidarios que los norteamericanos, británicos y franceses de que la UE tenga como objetivo la liberalización de la competencia (61%), y al mismo tiempo consideran a Estados Unidos como “la mayor amenaza para la estabilidad global”, y no a China como en la mayoría del resto de los países.
Si no se asocia la globalización a una nueva realidad que tiene sus propias reglas y sistema, y que trasciende a los países y gobiernos, son los ciudadanos los que pagan su inadaptación. Entre otras cosas la globalización representa una cultura innovadora y competitiva en la que la calidad y el buen funcionamiento de las administraciones, productos y servicios, se da por hecho. Es una prioridad básica.
Ninguna organización, sea personal, empresarial o administrativa puede competir en nada si no parte de algo tan básico. En la era industrial la calidad se vendía como un
valor añadido, pero en la globalización el
valor añadido está en la
información hecha conocimiento.
Si el
liderazgo político de un país o de una comunidad autónoma se orienta por criterios de sectarismo ideológico como ocurre en la etapa
Zapatero, y no por los de
libertad, educación y competencia, la dirección por la que se camina es la opuesta y todo empieza a fallar.
Por su propia naturaleza en una sociedad global no cabe el sectarismo, porque es una fuerza que actua en contra de que el conjunto -lo global- se integre y funcione como un reloj. El sectarismo es mediocridad, y a quien lo practica se le ha parado el reloj.
Artículo de
Antxón Sarasqueta publicado en
La Gaceta de los Negocios el 7-8-2007
Ver artículo Gobernar con sofisticación